3.7.09

15, 20 o 105.

Es tan complicado a veces. No entiendo porque cuando queres jugarte por algo o alguien, la actitud no es compartida. Sabes lo que queres, sabes como serías feliz, pero no sabes como llegar a eso.
Tenes un mundo de ideas y cosas por hacer, pero no sabes de que forma. Cualquier manera, camino que intentes tomar no te llevan a nada y el nudo en el pecho solo aumenta.
De todas maneras seguís adelante, porque es lo que solemos hacer. Seguir y seguir.
Pero ya no quiero seguir, quiero que algo de todo lo que pruebo me funcione. Porque las frustraciones se acumulan y ya no puedo hacer de cuenta de que no están. Están y cada vez más presentes. Está y cada vez golpean más fuerte.
Si me paro a enfrentarlas me atropellan, si sigo adelante me persiguen. ¿Cuál es la solución?
Esa pregunta que ronda siempre por ahí y que pocos tienen. Que los pocos que la tienen, no la reconocen como respuesta y los que no la tienen, se desesperan por tenerla. Osea, jamás nadie va a poder decir ‘tengo la respuesta’ o ‘tengo la solución a…’ porque ésta es diferente en cada dilema. Cosa que sería lo de menos, no solo es diferente, sino, imperceptible. Esta delante de nuestros ojos y, aún así, no la alcanzamos. ¿Cuál es el peor delito: No tener la solución o tenerla y no quererla seguir? ¿Cuántas veces sabemos que es lo que debemos hacer y no queremos?
Al final, pareciera que queremos vivir mal, sufrir las cosas, en vez de ‘cortarla por lo sano’. Entonces, ¿de que nos quejamos?
Es todo tan complicado visto así y no me digan que es cosa de adolescente prematuro porque nos pasa a todos, tengas 15, 20 o 105 años.
Tengas salud, amor y una linda familia o no. Con muchos amigos o con pocos. Con o sin soluciones. Las cosas son difíciles, las decisiones son aún peores.
Yo solo quiero verte sonreír.
Alegra mi mundo. Es la respuesta y la solución que quiero tener.
Simplemente eso.

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