26.12.13

Dos mundos

Lo particular de tener una mente es que es tuya y no es de otro, por lo que podes pensar muchísimas cosas que te gustan e ignorar muchísimas cosas que te disgustan. Podes jugar a algún juego mental o simplemente ponerte en stand by y mirar a un punto fijo, como eso que hacemos cuando nos levantamos y nos quedamos mirando una media en la esquina del cuarto sin pensar en nada.
Tener una mente nos da autoridad sobre nosotros mismos, qué hacer, qué decir, qué elegir, qué preferir, qué querer, qué odiar, qué amar. Nos permite reinar sobre nuestro cuerpo: mientras más control tengamos sobre nuestra mente, reinaremos nuestra vida de una mejor manera, la propia y la de nadie más. ¡Qué mejor que tener completo poder sobre algo: uno mismo! ¡Qué mejor que ser rey de nuestro propio tiempo: pasado, presente y futuro! ¡Qué mejor que ser soberano de nuestro propio espacio: a donde ir, cómo y con quién! Esa hermosa sensación vibrante de modelar el aire que nos rodea con nuestras propias manos y tornearlo, dándole la forma que nosotros queramos. La alegría de correr y alcanzar cualquier cosa que queramos, tan sólo con la mente. Permitirnos soportar cualquier temperatura, cualquier abismo y debilidad. Ser rey de nuestro propio mundo personal.

Benditos aquellos quienes hayan aprendido que si reinas tu propia mente, podrás ser rey de un mundo donde nada es imposible de alcanzar y todo camino es posible de caminar.

Hasta acá, todo suena de ensueño, ¿verdad? Pero.. ¿qué pasa cuando queremos incluir en nuestro mundo a alguien más? Todo mundo se quiebra cuando se ve expuesto e inseguro. ¿Podemos estar seguros en nuestro mundo? ¡Pues, claro, nosotros lo reinamos! ¿Podemos incluir a un segundo en nuestro mundo y seguir seguros? Bueno, eso ya no es tan fácil, por que desafortunadamente nadie, hasta hoy, ha nacido con el poder de dominar mentes ajenas. ¿Cómo saber qué siente el otro?¿qué piensa? ¿qué prefiere? ¿qué ama? ¿qué odia?

La palabra, como símbolo primero de expresión de sentimientos y pensamientos, no es suficientemente poderosa para hacer corpórea a la mente. Si tan sólo existiera la manera de conectar dos mentes por un hilo y sincronizarlas, para poder ir a la par quizás.
Pienso: Coloco un reloj de aguja al lado de otro idéntico. Ambos se encuentran detenidos. A la cuenta de tres presiono ambas perillas para que echen a andar juntos. ¿Irán los relojes exacta y precisamente a la par? ¿Habrá alguna diferencia, por más mínima que sea, en la hora, causada por el error humano al momento de apretar la perilla?

Por conclusión, mi pregunta es: ¿Existe la unificación de dos mundos, representados por la mente de dos personas? ¿Es posible unirlos y hacerlos andar a la par? ¿O siempre habrá una diferencia, por más mínima que sea que marcará la desarticulación tardía o temprana de la relación?




No hay comentarios:

Publicar un comentario