En la inestabilidad de mi estabilidad.
En el silencio de mis risas.
En el insomnio de mi sueño.
En la obsesión de mi pensamiento.
En el comienzo del fin del día y en el fin del comienzo del día.
Esos lugares dónde estas vos.
Dónde pienso.
Tengo que pensar, ¿que es peor?: ¿de a uno o de a dos?
Tengo que elegir qué es mejor.
Para mí
Para vos.
Si amo sentir soplarme el viento en la cara
O cerrar los ojos y relajar el cuerpo;
no quiero ver venir tu imagen, ni en el suelo, ni en el cielo.
La mente no sana, el cuerpo esta inquieto;
y fácilmente cara a cara me gustaría tenerte y decirte:
te extraño.
No entendiendo todavía cómo algo tan insignificante
hoy se tornó obsesivo e importante:
Te pienso más que a cualquier cosa.
Hoy y ya hace mucho tiempo.
Tratando de conectar los nexos.
Los porqué no resueltos. Las justificaciones del fin, los argumentos del ayer.
Y justificando lo injustificable, llega la noche.
El pensamiento diurno que no da respiro
vuelve el doble de fuerte en todos nocturnos y frágiles suspiros.
Revisa cada beso marcado con fuego inconstante.
Recuerda cada momento contigo.
¡Demasiado inestable!
Sufrir lo inconstante, cambiar lo incambiable.
Ser inconstante en el sentimiento:
Sentir un día ganar pelea y al otro ser derrotado.
Querer buscar una solución.
¿Con vos o sin vos?
Pero mejor.
Mejor siempre, no mejor de a ratos.
Mejor noche, mañana y tarde.
Mejor vivir, sonreír y no errarle.
Mejor amar lo que vale la pena, lo que no es inconstante.