14.12.11

HOY PRESENTAMOS: EL PUNTO

El punto no es el nombre de una nueva y trillada película de terror de cine independiente. Tampoco es el apodo de algún jugador de fútbol de pequeña estatura que cariñosamente parece una pulga. El punto tampoco es, por lejos, una localidad de la costa Argentina. No pretende (y nunca lo hizo) ser el flamante nombre de un grupo de cumbia colombiana, que se presenta en pasión tropical cada sábado.
El punto, luego de varios estudios, resulto ser un estado anímico que todas las parejas han experimentado, experimentan y experimentarán siempre. Los hombres y las mujeres o las mujeres y las mujeres o los hombres y los hombres, dependiendo de su orientación sexual, se conocen, se juntan y se separan o se juntan y permanecen así.
Se conocen de diversas maneras: Los presenta un amigo. En una previa de sábado. Ella era la mejor amiga de su tío. Él era su médico. Eran compañeros de la facultad o el secundario y se reencontraron luego de varios años.
Todas las maneras, más originales o más comunes, los llevaron a estar juntos. Vivieron los mejores y peores momentos. Se fueron de picnic unas tres veces. Fueron a una bailar solos una loca vez, medio ebrios y medio felices. Se divirtieron en las montañas rusas del parque de la costa. Durmieron juntos un centenar de veces. Se recorrieron todos los bares de plaza Armenia. Se abrazaron, se insultaron, se besaron. Se conocieron de la mejor manera posible y hoy están parados el uno frente al otro, gestando un amor que creen desinteresado y desmedido.
Lamentablemente, frente a un estado de placer extremo, siempre hay algo que vendrá a opacarlo. De repente, lo que era una hermosa relación que vivía el día a día, dejando fluir la vida es avasallada por un hecho. Toda pareja (sin excepción de ninguna) experimentará la llegada de El punto. Éste es un estado sentimental tóxico, intrínseco e incómodo que puede desatarse frente a una situación dada cercana a la pareja. Este estado suele dispararse, en primera instancia, en uno de los protagonistas de la pareja (siendo esta persona más comúnmente las mujeres), quién luego contagiará la toxicidad al otro integrante de la pareja. Este episodio, como ya dijimos, puede ser dado en situaciones llenas de hormonas histéricas que retozan en la mente de unas amigas envidiosas que compiten por ver quién tiene el conjunto de ropa interior más caro; en el encuentro casual con un compañero de la primaria o en la insoportable presencia de una tía y su ya conocida rutina de humillación a los demás, en el centro de una reunión familiar, luego de decirnos de manera compulsiva y maliciosa: “¡¿Y…nena? ¿Para cuando el noviazgo?!”.
En ese preciso momento, algo se quiebra. Algo se rompe. El mundo da un giro y nuestra cabeza da un vuelco. Volvemos a nuestra casa, luego de esa reunión familiar dominguera con personajes chillones que esbozan chistes nada graciosos y se vanaglorian de sus mediocres logros, y pretendemos hacer de cuenta que nada paso. Nos sacamos los zapatos y nos tiramos en el sillón con una revista y un cigarrillo. Pero lo único que podemos leer, ver y escuchar es una murga a contra tambor que esboza escandalosamente frases como:
« ¿Y… para cuando? ¿Hace 9 meses que salen y todavía no están de novios? No entiendo que esperan… ¿Son de esas parejas que no quieren compromisos? ¿O a caso son de esas nuevas relaciones donde todo es válido y son libres? ¿El tendrá otra y por eso no quiere sentar cabeza? »
Nuestra mente comienza una etapa de refutación interminable y cansadora en la que intentamos convencernos de que: Sí, hace nueve meses que salimos, pero nunca nos paramos a preguntarnos eso. Estamos felices así. No estamos esperando nada, de hecho no esperamos. Estamos felices juntos y queremos que sea siempre así, libres somos todos y nosotros no necesitamos de algo legal. Jamás pensamos que no tener un título de telenovela trillada, como lo es el noviazgo, fuera un impedimento para estar juntos siempre y ser felices. ¡Ah! ¡Y no!, el no tiene a otra. Ni yo lo tengo.
Pero esto que pensamos que era una seguridad que siempre tendríamos o que, en realidad, jamás la pensamos, ahora es un problema sentimental nebuloso que no existía antes. Sentimos una sensación de bronca e impotencia por que, por culpa de esas amigas, de esa tía, de ese compañero que nos dijo lo que nos dijo, hoy tenemos un problema nuevo y bastante controversial.
El primer involucrado en el punto sufrirá la necesidad de compartir su angustia interna con su par, contagiándolo automáticamente de la toxicidad del asunto. El involucrado en segunda instancia es empujado a un sinfín de batallas internas de neuronas que se debaten entre el sí y el no.
Todo este revuelo genera en ambos una incomodidad que perdurará un tiempo, en el que la pareja se verá afectada: la fluidez de las charlas se habrá ido, a las salidas perfectas les falta algo, los abrazaos se sentirán algo vacíos y los momentos más felices estarán restringidos por las consecuencias de ’el punto’: esa constante sensación de insuficiencia. Si bien nos divertimos, tenemos un sexo excelente, somos el uno para el otro…siento la necesidad de declarar un título.
 «¿Querés ser mi novia? ¿Y si somos novios? ¿Nosotros que vendríamos a ser? »  Y otros tipos de frases son las que, muy comúnmente, vienen a nuestra mente constantemente a modo de fantasía. Cabe aclarar que esta enfermedad no es sufrida sólo por la mujer, sino que muchos hombres son a veces quienes comienzan el proceso, dependiendo de la personalidad de cada uno. También es importante destacar que el punto es un estado en sí y no una situación repetitiva. Es decir, hay parejas a las que no les hace el mínimo ruido la indirecta venenosa de una tía o amiga y que viven su vida normalmente, pero quizás para esas parejas su punto surja con alguna otra situación, por ejemplo un embarazo inesperado o una inseguridad de la propia pareja, como puede ser la infidelidad, entre otras.
« ‘Sospecho que me es infiel, le voy a decir que o nos ponemos de novios o se acaba.’, ‘Vamos a tener un hijo, no nos queda otra que casarnos’ »
El punto nos planteará: ¿Damos un paso adelante o echamos todo por la borda?
Rara vez, este hecho es seguido por un consenso de pareja, es decir, es muy poco usual que ante  esta dicotomía, ambas partes estén de acuerdo. Sería oportuno que en todo caso la resolución fuera esta, ya que así ninguno sufriría, pero el 99% de los casos indica que ocurre lo contrario: Ella se quiere poner de novia y él no, o viceversa.
Este hecho obligará a la pareja a tomar todo tipo de intención como una obligación. Si, antes, uno llamaba al otro unas dos veces por día aproximadamente, esto comienza a sentirse como una obligación para la persona  que es contraria al punto o como un deber para quien esta a favor.
La parte que quiere dar un paso adelante comenzará a sobre exigir cosas de manera ridícula y exagerada, para justificar la necesidad de sentirse comprometida.
« ‘Ahora debería llamarme más.’ ‘El fin de semana debería verme exclusivamente a mi, que a los amigos los vea en la semana.’ ‘De ahora en más voy a estar esperando un regalo de aniversario’ »
La contra parte estará asustada y confundida. ¿Después de que noche de sexo, su pareja se había convertido en una desesperada por el compromiso? Ergo, comienza a alejarse y a tomar distancia de todas las actitudes que afirmen algún tipo de obligación de pareja.
« ‘Mejor en vez de llevarla a casa le digo que comamos en el McDonalds: Más alejada de mi familia y bien informal’ ‘Voy a armar más planes con amigos, así marco bien mis prioridades’ »
La relación se torna una batalla, un tire y afloje constante: ‘Yo te llamo dos veces por día, pero cuando esté con mis amigos no me mandas ni un mensaje.’ ‘Te regalo la play y vos me das un anillo de compromiso.’
El cauce de este estado anímico será de doble camino: la unión o la separación. Volviendo al principio, las parejas se juntan y se separan o se juntan y permanecen así.  Todo depende de que actitud se tome frente al punto y que personalidad se tenga para enfrentarlo. Es muy probable que el punto arruine tu relación y tu vida, así como es muy probable que la adorne y afiance la pareja. Todo depende de cada uno y de saber qué es lo que queremos para nuestras vidas.

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